Un 'Schuminator' humano

"I didn't know this side of you..."
Argent

Podría sentirse el dios del planeta con sus títulos y millones, pero de cerca Schumacher es un tipo como cualquiera, excepto que maneja mejor que todos. El fin de semana en Indy fue histórico por muchas razones, pero en especial para mí porque me permitió borrar una impresión que tenía de Michael Schumacher, y que era muy errónea.

Lo conocí cuando vino en 1990 a la carrera de prototipos en México, la cual ganó por descalificación del primer lugar, pero era un muchachito reservado que no hablaba gran cosa, lo cual lo hizo palidecer al ser comparado con Heinz Harald Frentzen, alemán y coequipero suyo en el Sauber-Mercedes, quien hablaba español y era el sueño de periodistas y comisarios de pista por su carácter extrovertido.

Al ’Schumi’ lo volví a ver en 1992 en el Gran Premio de México, ya con Benetton y siendo comisario me fue más fácil conseguir el autógrafo de Ayrton Senna, Gerhard Berger y Nigel Mansell, los tres estrellas de la F1 en ese entonces, que el del teutón, el cual no hablaba ni con los comisarios asignados a su equipo.

Posteriormente pedí algunas entrevistas con él, ya como periodista deportivo, y la respuesta fue mala. Lo dicho, un dios que no trata con meros mortales. Sin embargo, en el GP de estados Unidos en Indy 2005, la cosa cambio. Pudo ser la circunstancia, o el hecho de que por primera vez en el siglo no está considerado el favorito, pero encontré más Schumacher y menos ‘Schuminator’. El primer encuentro fue poco antes de la conferencia ante algunos medios convocada por Bridgestone, cuando me lo encontré antes de que le tocara el turno de subir al escenario. Le expliqué que venía de México y que el periódico en el que soy editor era el más importante en materia deportiva y le di un ejemplar que hojeó y me agradeció.

La conferencia fue para una docena de periodistas, en su gran mayoría fotógrafos. Era una conferencia de una hora pero cuando los otros periodistas se fueron, porque siguen el gran circo en todas sus carreras, se quedó un buen rato contestando mis preguntas y pudimos platicar un buen rato uno a uno acerca de temas que me interesaban respecto a él, hasta cosas personales, y me recordó que México le trae buenas memorias de los inicios de su carrera.

Y cuando su gente le dijo que era hora de irse, el alemán no quiso. Me dejó pero fue a ver a unos centenares de tifosi que se habían acercado y decidió, en el momento, dar una ronda de autógrafos, en la cual duró casi media atendiendo todo tipo de requerimientos. De hecho descubrió entre los aficionados a varias caras conocidas y mandó a sus asistentes a que le trajeran los objetos de esos fanáticos para firmarlos. Se esmeró en atender a los niños, y también apartó a algunos discapacitados para posar con ellos y hacerles plática, y firmar sus recuerdos. Varias veces los de su agenda lo trataban de llevar pero hasta que no quedó satisfecho no se fue.

 

Durante el fin de semana se mostró muy accesible, nos encontramos varias veces y siempre contestó, aunque fuera caminando rumbo a alguno de sus refugios, las preguntas que pude hacer. Y no dejó de dar autógrafos a diestra y siniestra, provocando sonrisas como lo haría un Santa Claus con el mismo uniforme rojo, pero sin la barba, las canas y la panza.

La carrera fue un triunfo para él, que no tuvo la culpa de la incompetencia de sus rivales, y enfrentó a la prensa con fuerza, como todo un Campeón, sin aceptar a los que trataban de demeritar su victoria y hacerlo hablar mal de sus rivales. Y no eludió hablar con la prensa hasta muy tarde. Yo lo encontré todavía pasadas las 18:00 horas en los fosos, y seguía dando autógrafos, vestido de civil, tras terminar sus entrevistas. Y cuando le pedí uno, a punto de subirse al auto que lo llevaría al aeropuerto con Jean Todt, accedió, sacando su plumón preparado para tal efecto. Comentamos algo de la carrera y luego se fue. Lo vi insistir en manejar el auto, pero le dijeron que no pues había tenido mucho trabajo en domingo y se fue atrás con Jean.

Yo nunca he sido ferrarista, mis gustos son mucho más añejos y latinoamericanos, pero el hombre es admirable. Es un Campeón con mayúsculas que ha hecho más por el deporte que la gran mayoría. Tiene sus fallas, pero es un ser mucho más humano que lo que su apodo dejaría entrever.

Contrastante con el Heptacampeón mundial Schumacher, también tuve la oportunidad de encontrar al piloto indio Narain Karthikeyan, de Jordan, entre otros muchos en los fosos. El indio es un piloto que paga por su asiento y su currículo no muestra grandes méritos, además de ser uno de los más lentos de la parrilla. Tras hablar con su coequipero Tiago Monteiro largo y tendido, le pregunté al volante indio, que no hacía gran cosa excepto disfrutar el sol si me daba dos minutos. Su respuesta fue: “Ahí está la persona de relaciones públicas de Jordan. Pídele una cita”. Mi respuesta, una grosería en español, hizo sonreir a Tiago, y yo di las gracias y me fui. Dudo que Narain llegue a tener una carrera tan ilustre como Michael, pero su actitud es mucho peor que la del alemán hace años, y le da nuevo sentido al dicho de “subirse a un ladrillo y marearse”.

© CEJV/SHRAC 2005