EL PAÍS DONDE NUNCA HAY CULPABLES

“It’s a never ending story….”
Limahl

Por supuesto esta es una columna que no tiene que ver con incidentes recientes en las pistas mexicanas, ya saben que nosotros no tenemos pistas malas, pura de primera (si, porque cuando quieres meter segunda ya se te acabó el espacio); y nuestros pilotos son puros lores ingleses, no se dan un laminazo ni por diversión; y nuestros dirigentes son independientes y objetivos a la hora de inspeccionar pistas y autos, sin importar que éstas o estos sean de sus amigos y/o patrones o que les paguen por la sanción; y nuestros constructores de autos son conocidos en el mundo por la solidez y durabilidad de sus chasises; y nuestros periodistas, especialmente los que escriben en diarios del color de eso que sale por sus orificios (o sea carroña, para que entiendan), son incapaces de aceptar una dádiva para hablar bien de lo que está mal; y nuestros responsables de las pistas son puros egresado de las mejores escuelas de arquitectura con especialización cursada en Tilke & Co. Así que no se confundan esto no es acerca de mi tocayo Carlos, esto es de otra nación y otro tiempo, pero vale la pena ejemplificar lo que allá sucede, no nos vaya a llegar también a nosotros.
I                LA SERIE    resulta que a un tipo (‘redneck’ en inglés, ya que muchos de mis lectores son bilingües)  que contrabandeaba licor prohibido, se le ocurrió arreglar su auto para dejar atrás a los federales que lo perseguían, y luego lo imitaron sus compañeros prófugos de la justicia, y se divertían mucho. Pero un día el licor dejó de ser ilegal y tuvieron que encontrar otra forma de divertirse, por lo que organizaron carreritas con sus autos ‘tocados’ y, finalmente, un día un tipo los organizó y les puso un nombre interesante  -algo así como National Stock Cars Available for Rednecks, a la cual llamaron NaSCAR- y los volvió legales y les construyó óvalos para que corrieran. Y jugaban a correr en óvalos porque eran muy pobres y no tenían estudios que les permitieran saber que había pistas con curvas a la derecha, eso solamente lo sabían en otras zonas no pobres de ese país llamado Gringolandia, especialmente en el noreste y en una que le habían robado a sus vecinos del sur, con puros nombres hispanos aunque ellos no hablaban español, sino inglés; los llamaremos, para facilitar las cosas, ‘gringos’, aunque ellos prefieren ser llamados ‘continentales’ ya que dicen que el continente entero es suyo.
Pasaron los años y su serie se volvió más nacional al irse difundiendo la clásica consigna naca de que había emoción y laminazos, aunque a los puristas les disgustaba esto último, pues los laminazos implican peligro, pero los rednecks gringos sentían que como sus autos tenían techo y puertas estaban protegidos y podía pegarse a placer. Total que se volvieron algo nacional y luego empezaron a expandirse para intentar la dominación global con su espectáculo, que era la versión  automovilística similar a lo que son las luchas comparadas con el deporte de lucha grecorromana, o sea un espectáculo apantallante no deportivoo, divertido, pero nada más, si no lo tomas en serio. O lo que eran las carrozas romana en el Coliseo hace 2000 años.
En una de esas sus vecinos del sur, los que hablaban español y también tenían muchos que consideraban los laminazos como muy entretenidos, decidieron solicitarles que les sancionaran una serie similar para divertirse de la misma forma. Los llamados wetbacks -así les decían los gringos porque sus vecinos eran tan pobres que tenía que cruzar la frontera a nado y llegaban con las espaldas mojadas y su tierra se llamaba Backyardia- les pidieron que les sancionaran su serie a la cual llamarían NaSCARton, pues sus autos eran de cartón por ser hechos en un país más pobre y no poder cumplir con las exigencias de primer mundo.  Pero prometieron que respetarían la esencia de lo que les sancionaban los gringos, o sea el espectáculo, al fin no es deporte, aunque ello significara darse muchos cartonazos y destrozar autos al por mayor, pues a los espectadores de esas carreras les gusta eso: que salgan cachos de los autos volando por los aires.
II                LOS ESPECTADORES       los espectadores wetbacks, que eran muy similares a los espectadores rednecks, nada más les faltaba el idioma y el color de piel y otras cositas, pero en esencia eran iguales: tipos que no entendían del automovilismo y que se alegraban de tomar cerveza y ver carritos chocones como en la feria.
III               LOS PROMOTORES           Tras haber empeñado su palabra con los gringos, los wetbacks decidieron irse por el camino de los  vecinos del norte y hacer un espectáculo que llenara tribunas (de pseudoaficionados, obviamente, ya que había más en cantidad que los verdaderos aficionados al automovilismo –como en todas las historias, los pseudos siempre son más que los reales, porque se reproducen más fácil y tempranamente). Por ello, aceptaron dejar que no hubiera regulación en nada, así los choques se daban con mayor frecuencia al calentarse los ánimos en la pista y también corrían en todo tipo de circuitos pues  no había muchos óvalos en Backyardia.
IV              EL COMISIONADO  Los gringos les mandaron un comisionado, ya que ellos tenían a su ‘big commisioner’ y este era el ‘little commisioner’, pero le decían ‘little’ por ahorrarse una palabra. Era para vigilar a los wetbacks y para darle chamba ya que había sido un piloto muy amigo, aunque malo, y pues había que emplearlo en algo.  Además, como tenían trabajadores wetbacks en su rancho, pues conocía como tratar con ellos, o eso se decía.
V               LOS PILOTOS         Los pilotos que contrataron eran los mejores pilotos wetbacks que había en territorio, y la mayoría no tenían experiencia en manejo de monoplazas a alto nivel, pues los que sí lo tenían, generalmente se rehusaban a correr en los NaSCARtones, pero otros se morían de hambre pues no había serie de monoplazas para pilotos grandes y tenían que entrarle finalmente a los laminazos y cartonazos. Y ante la falta de sanciones ante los golpes en las pistas se acostumbraban a pegar también y se volvían iguales para poder competir. Y la verdad no pensaban que fuera a pasar algo, pues les habían asegurado que las pistas y los autos estaban a la altura del primer mundo y ellos lo creyeron, pues si algo tienen los wetbacks es que son confiados y personas sin malicia que creen en las promesas, por eso duraron 70 años viviendo bajo una dictablanda de partido, un tal Partido Revolucionario Incorruptible que los había colocado en el atraso desde los años 20 del siglo pasado.
VI              LOS AUTOS            Había dos opciones, comprar los chasises en Gringolandia o con el distribuidor autorizado en Backyardia, que los hacía igualitos, se según decía y además era socio de los promotores y era directivo de la serie, así que ni modo que no fueran buenos (esa era la lógica wetbackera, no necesariamente correcta), Y cuando algunos chocaban y veían que los tubos se doblaban, siempre resultaba que era un error de un chasis que no debía estar ahí y que eran absolutamente confiables y bla, bla, bla, y los pilotos se seguían subiendo, confiados en la Virgen de Wetbacklupe, la patrona de esa nación.
VII             LAS PISTAS          Eran circuitos generalmente porque los pilotos de Backyardia si sabían dar vuelta la derecha, pues eran –en general– más educados que los rednecks. Pero luego empezaron a construir óvalos que se quedaban sin pavimento en la primera carrera o antes incluso, y eso enojaba mucho a los gringos que los regañaban, pero los wetbacks se la quitaban con el pretexto de que eran pobres, pero honrados y que las reglas eran distintas en esa parte del mundo, como lo documentaba ampliamente un político que había perdido la razón y se autodeclaraba pejesidente legítimo. Pero además el ‘little’ se dedicaba más a divertirse que a ser comisionado y a todo lo que le proponían sus –ahora– socios werbacks les decía que sí, pues lo trataban muy bien. Ya hasta quería venirse a vivir a Backyardia y hacer un par de pistas, pues si era negocio.
VIII             LA FEDERACIÓN    Era dirigida por un tipo simpático, pero que obedecía órdenes de su patrón, y así lo declaraba públicamente, lo cual le restaba independencia, pero el patrón no le daba para pagar las rentas de su oficinota en una colonia muy intelectual, por lo que siempre andaba buscando maneras de allegarse dinero, fuera ideando nuevos cobros, como el que pretendió hacerle a los vintageros que participaban en el evento del Whisky en las tierra del gobernador Gaviota, o exprimiendo un peso en el tipo de cambio a los promotores sin saber que el Banco de Backyardia establecía el mismo entre el varo backyardiano y el billelle gringo, monedas de amplia circulación en ambos países. Y la FEDE, como le decían, quería a fuerza sancionar a los NaSCARtoneros, pero ellos no se dejaban, diciendo que sus primos gringos les hacían el favor y no necesitaban autoridades autóctonas. Y les decían que igual que en Gringolandia, la representación de la Federación Internacional de Amiguismo Automovilístico (FIAA) ni la tenían en la FEDE, sino que la ostentaba su  patrón, que era dueño de una pista, y que mejor se entendían con él. Así que se peleaban todo el año, aunque siempre terminaban con algun arreglo cuando los amigos mutuos les decían que mejor valía un mal arreglo que un buen pleito.
IX              EL INCIDENTE        Total que un día, ya cuando llevaban muchos años operando y habían ido escalando peldaños de camionetas cartoneras a autos NaSCARtoneros un par de sus mejores pilotos se tocaron y uno salió proyectado contra un riel y chocó a 200 kph y murió. Entonces si todos corrieron, pero no por el impacto.

Lo primero que quisieron hacer los dueños de la serie y sus promotores fue culpar al piloto que sobrevivió, pero los expertos vieron el accidente, lo analizaron y decidieron que era un toque de carrera, sin mala intención, tal como los que se dan  por centenares en cada carrera NaSCARtonera desde que se habían fundado. No iba por ahí el asunto, entonces lo siguiente fue declarar que fue un acto de Dios y que las carreras son peligrosas. Y si lo son, pero más cuando los incompetentes no cubren una serie de requisitos para volverlas menos peligrosas. Y con eso se protegieron y quedaron muy tranquilos mientras ordenaban realizar festejos para conmemorar al caído piloto (CP, de ahora en adelante) en la siguiente carrera, pero que les hacen ver que venía una fecha en un óvalo todavía más peligroso, en un sitio llamado Vasaquerer, donde los desniveles eran enormes y los autos podrían sufrir más accidentes y provocar más muertos, lo cual no les convenía. Escucharon finalmente al asesor que tenían que sí sabía de carreras y decidieron mejor correr en un circuito en el mismo sitio, pidiendo mesura a los competidores.
Mientras tanto, una parte de la prensa independiente se había dado cuenta de que realmente había culpables, que las cosas no se estaban haciendo bien y sacaron reportajes en los que evidenciaron diversas fallas:

 

 A.              Mostraron que el riel contra el que chocó el CP no estaba en un sitio correcto. Los federativos y promotores argumentaron que la pista –que era del patrón de los federativos y dueño de la representación de la FIAA, la cual había obtenido en forma no muy clara según denunciaba desde años antes un maya del sureste que había sido asaltado por el patrón– tenía una homologación de la FIAA, pero se les hizo ver que la homologación era para el circuito usado en unas competencias internacionales en las que siempre acababan mal porque se les arruinaba el pavimento (y eso que se suponía que eran expertos porque tenían empresas constructoras), pero el óvalo no tenía homologación. Entonces aquellos dijeron que la FEDE había inspeccionado el óvalo y estaba muy bien y el riel siempre había estado ahí. Pero se les demostró que el riel no estaba ahí en las competencias internacionales que habían tenido unas 10 semanas antes, y entonces dijeron que era para proteger a los pilotos. El problema es que hubo muchos expertos y pilotos internacionales que les refutaron la versión porque les demostraron que en ningún óvalo de Gringolandia, donde si había dinero, ponían un riel a la entrada de los fosos, sino un “apron” (que se traduce como delantal, pero en realidad es un pedazo de pista en la que hay pasto y el auto se deja ir para que pierda velocidad y si llega a chocar lo haga a una velocidad que no cause daños). Y entonces, si en Gringolandia no ponían rieles, pues en Backyardia tampoco debían ponerlos y se exigió ver la aprobación de la inspección y nada, ni de los organismos gringos  ni de los wetbacks, aunque para estas fechas la deben haber elaborado y pretechado para que parezca que algo hicieron. Total que el riel estaba mal puesto, pues estaba virtualmente transversal a la pista y formaba un ángulo indeseable para todo tipo de contactos. Eso determinaría que hubo responsabilidad del dueño, del director de pista, del inspector de la FEDE, pero sobre todo del imbécil que lo mando colocar, cuyos nombres no son conocidos.
B.              Además de mal colocado, el riel estaba mal protegido. Los federativos y promotores, ahora sí coaligados en que este es un deporte de peligro, insistieron en que tenían medidas de seguridad adecuadas. Lo que se vio, cuando las cámaras de la televisora backyardera llamada Telerrisa –que transmitía la serie– mostraron el accidente hasta saciar su amarillismo, fue un auto de una tonelada de peso yéndose a 200 kilómetros por hora contra un riel de metal transversal (a la pista) que era protegido por entre cuatro y seis tambos de agua de aproximadamente 150 litros cada uno, lo cual provocó que al impacto se comprimieran y soltaran una cascada de agua hacia arriba junto con los pedazos de la carrocería de cartón del auto que se partió al impacto dejando una masa de hierros retorcidos en vez de la jaula. Obviamente, no se siguieron los mismos estándares que habían aplicado en esa misma pista en la carrera internacional que hicieron semanas antes, donde se protegían con juegos de llantas flejados, los cuales absorben el impacto al dar de sí y no son aplastados por el auto. Y merecen irse de nuevo a tomar clases de primaria donde vean que un auto de una tonelada no se protege con 960 litros de agua, como sus cálculos indican. Otra vez, se evidenció que había culpables que van desde el dueño de la pista, su director operativo, el inspector o comisario o ambos de la FEDE, el director operativo de la NaSCARton y todos los que pusieron esa exigua protección en el riel.
C.              Y los federativos y promotores, ahora aliados, “por el bien del deporte”, como mandaron decir a algunos que no estaban contentos con eso de que había sido un accidente sin culpables, insistieron que en Backyardia todo era bueno, y bonito y las reglas se cumplían, pues luego fueron exhibidos por sitios de una cosa que se llama la güeb y diversos medios que mostraron las entradas de pistas en Gringolandia en óvalos de todos tamaños y no se encontraron rieles que estuvieran colocados la entrada de los fosos –y la entrada a los fosos en general tampoco estaba colocada como en esa pista del patrón. Por eso el ‘little’ comisionado que se hace más chiquito, manda a una mujer a hablar en su nombre y se escapa del país y se regresa a su rancho en redneckia del sur o del norte, donde viven la mayoría de los de NaSCAR gringa. Y los de la serie en Gringolandia mejor callan, no sea que se les ocurra meterse a demandarlos y allá si las demandas son en millones de billelle verde, no como en Backyardia, donde te dan 470,000 varos por un supuesto seguro y con eso hasta quieren que las gracias les des por tener protegido a tu CP, como si no fuera obligación tenerles un seguro a los pilotos. Y regresan al mismo alegato, de que son pobres. Pues sí, pero si la serie NaSCARton está inscrita en la página de la güeb de su hermana mayor, así que eso significa, según indican los leguleyos, una sanción y una responsabilidad, pues para eso mandan a un ‘little commisioner’ a certificar que se cumplan sus estándares de laminazos o cartonazos. Total que hay responsabilidad de la serie de allá y de la de acá, pero nadie que se las exija.
D.              El golpe a 200 KPH provocó que el chasis del auto se partiera y aunque la desaceleración brutal de 200 a 0 KPH en un metro es la causa de la muerte, no es aceptable que el auto con la jaula que debe proteger al piloto quede roto. Los directivos de la NaSCARton siempre fueron muy específicos acerca de que sus autos eran iguales a los de Gringolandis y allá hemos visto choques a mucha mayor velocidad sin que la jaula ceda o el chasis se rompa. Esto plantea una responsabilidad que la autopsia debía determinar ya que el uso de materiales de calidad inferior, con el pretexto de la pobreza en Backyardia, no es exención de culpabilidad. Y los inspectores que aprobaron esos autos, desde los de Gringolandia hasta los de la FEDE, también tiene responsabilidad en el asunto.
E.              Aparte de todos los amiguismos y patronazgos que permean las relaciones en el deporte entre los federativos, los dueños del poder, los de las pistas, los promotores y los directivos de las series, que son una réplica a escala de los mismos que existen en Backyardia, por lo cual son vistos como parte del tejido social corrupto que permanece por  décadas de “usos y costumbres”, como les llaman en esa nación, lo que más pena le da a un aficionado del automovilismo, que es el que esto escribe, es que se ha corrompido la naturaleza del deporte. Por eso hay tantos llamados a decir que no pasó nada, que todo está bien, que fue un mero accidente y que no hay responsables, porque los verdaderos responsables ocultan su irresponsabilidad previa y responsabilidad posterior bajo la máscara de que el automovilismo es “peligroso”. Es muy peligroso cuando se lo apropian los que no saben de él y buscan servirse de en vez de servir a su expansión como deporte. Ese es el problema en Backyardia y en Gringolandia y en otros lados. Ahí otra vez encontramos responsabilidad compartida en todo el tejido social, y hasta por omisión de los pilotos que no han hecho valer su voz cuando saben que las cosas no están bien, pero no las denuncian porque prefieren arriesgar a que en la ruleta rusa no les vaya mal, pero al CP si le fue mal; ¿y ahora quien nos lo regresa?
El deporte del automovilismo no es de darse de golpes para pasar al que va a delante de ti. Se trata de usar la estrategia, el manejo, la pista y las habilidades para rebasar. Yo siempre he estado en contra de NASCAR, cuyo ejemplo siguen la NaSCAR y la NaSCARton de la historia que les relato, porque no me parece su credo que ensalza a un tipo tan mal piloto (y a las pruebas me remito) como Dale Earnhardt, cuyo gran atractivo era pegarle al de enfrente para quitarlo del camino porque carecía de la habilidad para rebasarlo. Por algo le decían el ‘Intimidador’ y pintaba su auto de negro, era el Darth Vader de las carreras. Y no es que esté contra los contactos, esos se dan pero estoy contra los contactos cuando son de manera sistemática, cuando son parte del plan de carrera, cuando vuelven al deporte en un tipo de espectáculo que deja de ser un deporte limpio. Yo veo deportes, si quiero espectáculo voy al cine o al teatro, a la galería o a la sala de conciertos. Cuando voy a un estadio o a una pista, voy a ver un deporte no a una bola de tipos que tiene que golpear o ser golpeados con autos de una tonelada de peso, que son armas mortales como ya se ha demostrado repetidamente en la serie de NaSCARton. Yo voy a las carreras a ver demostraciones de manejo, competencia deportiva, lucha de caballeros con reglas; yo no voy a demostraciones de choques, esos los encuentro todos los días en la capital de México y son gratis (y si no me cuido hasta en alguna ocasión me ha tocado participar). Por eso es importante alertar a los aficionados de que esto no es automovilismo, no cumple las reglas para ser considerado como tal. Es un espectáculo, sí, pero no es un deporte y se trata de que lo convirtamos en un deporte y no que nos volvamos como los tipos de Backyardia o los rednecks de Gringolandia , tipos que disfrutan con un espectáculo que provoca muertes. Que la muerte del CP no hay sido en vano…

ENCORE
Ya regresando al mundo nacional, dejando de lado las historias de Backyardia, se me hace muy poca ……… (pongan el nombre que deseen) que los promotores de la NASCAR México le hayan exigido a Jorge Goeters que para correr en Querétaro mostrara que no es sujeto a algún proceso penal y recabara firmas de los demás pilotos.
Primero, eso manda la atención hacia y enfoca en Jorge la culpabilidad del accidente, hacer lo cual no es de hombres, sino de mal nacidos, pues todos sabemos que Jorge no dio un golpe artero a Carlos Pardo para provocar el choque, sino que cubrió su posición cuando Carlos bajó el auto. Ese contacto, incidental  100%, no es culpa de ninguno de los dos. Incluso, es más responsable Carlos que Jorge porque él cambió su línea y Jorge la mantuvo.
Segundo, esto les muestra a los pilotos (y a todos nosotros), el tipo de gente que dirige la serie, haya sido uno de relaciones públicas o de operaciones o los mismos dueños de la serie, los que hayan dado la orden. Esa es la gente en la que los pilotos confían que harán las cosas bien y les venden autos buenos e inspeccionan bien las pistas y demás actividades relativas al deporte en el que los pilotos exponen la vida.

Jorge, desde acá se te manda un abrazo solidario, no es posible que los verdaderos culpables ahora suelten a sus perros en tu contra, pero estamos en México y así son las cosas lamentablemente.

© CEJV/SHRAC/2009