1 Memo Rojas II
2 Esteban Gutiérrez
3 Sergio Pérez Mendoza
4 Yair Godìnez
5 Salvador Durán
 
 

Murió Don Fili en Monterrey
Noviembre 22 de 2008
Por Carlos Jalife

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Filiberto Jiménez Orozco, más conocido como “Don Fili”, miembro de la Scuderia Hermanos Rodríguez (SHR032), del Salón de la Fama virtual del Deporte Motor Mexicano (generación 2007, primera elegida) y gran piloto, dueño, constructor, promotor, creador e impulsor del automovilismo, pasó a mejor vida el 22 de noviembre de 2008.

Hace tiempo su hijo César Tiberio, nuestro delegado en Monterrey, me comentó que andaba malo su padre: tuvo un tumor cerebral que le fue extirpado en 2007 y del cual se recuperó, pero reapareció el mal y nos lo quitó a fines de este año. Y desde hace tiempo hemos estado corriendo contra el tiempo para poder homenajear en vida al hombre que tanto hizo por el automovilismo mexicano, y el voto popular y de los miembros de la Scuderia lo favoreció para el Salón de la Fama y ahora la Federación Mexicana de Automovilismo Deportivo también lo iba a integrar a su Salón de la Fama el 19 de noviembre, pero la ceremonia se pospuso una semana y don Fili ya no llegó a la cita, pero todavía le tocó ver el esfuerzo que se hizo para destacar su obra (y la de Carlos Rimoldi, otro pionero del automovilismo en Monterrey) en el Museo del Automóvil en Monterrey hace unos meses, y su biografía, que ya no se pudo terminar, viene en camino, pues repito, hay pocos hombres que hayan hecho tanto en y por el automovilismo nacional. Les anexo un muy breve extracto de su vida como parte de este homenaje a su memoria:

Filiberto nació el 22 de agosto 1937 en Monterrey, el hijo menor de cinco hermanos, de una familia muy humilde. Su padre, don Antonio Jiménez se dedicaba a vender fruta casa por casa, así que sus dos hijos varones desde temprana edad aprendieron ese oficio. Por medio de un carretón de madera hacían su reparto, pero tuvo la idea de comprar unas bicicletas para surtir con mayor rapidez y, posteriormente, vio como una mejor opción para el negocio adquirir una camioneta y con sus ahorros y los de su hermano, Isidoro, compraron una Ford modelo T.

La camioneta fue apodada “La Pichirila” y Fili, de 13 años, siempre le dedicaba tiempo extra para buscar como hacerla correr más. A escondidas de sus padres en el taller de su cuñado, se pasaba todas las noches buscando hacerle modificaciones aerodinámicas y aligerar el peso. Luego de acabar sus modificaciones se sentaba frente a la Ford solamente para admirarla hasta que era tiempo de regresar todo a su lugar cada noche, o sea, colocar de nuevo las piezas originales para que no lo descubrieran, pues su intención era correr y los adultos no entenderían sus “arreglos”, simplemente pensarían que estaba descomponiendo la camioneta.

Al principio eran mas sus adelantos aerodinámicos, pero no descuidaba la potencia; se juntaba en los “tierreros” de Calzada y Colón con el mecánico don Manuel, más conocido como “Meme”, para que le explicara como armar mejor un diferencial y como se lograba mayor potencia en un motor rebajando las cabezas de los cilindros. En ese tiempo, década de los cincuenta, las carreras de carros en Monterrey eran organizadas por el señor Carlos Rimoldi: en la pista de tierra Hércules; en la colonia Lindavista; en el lecho del río Santa Catarina, y en otros lugares de la periferia regiomontana. Rimoldi tenia su propio club llamado los “Fortingos” y era dueño de 10 carros con lo que garantizaba la parrilla mínima para las carreras y recibía un ingreso al rentarlos. El primer caso de un piloto independiente en competir fue el de Filiberto, quien se presento con auto propio y con muchas mejoras respecto a los del club de Rimoldi. La sorpresa fue que no lo dejaron correr por ser menor de edad y fue Isidoro, cinco años mayor, el afortunado piloto. Ya con el paso de los meses, Filiberto se ganó su confianza y permitieron que corriera su auto en las esporádicas carreras, y nunca faltaría a ninguna de ellas. Poco a poco fue relacionándose con todos los promotores del club de Rimoldi y observando aprendía de organización y pensaba como mejorarla.

Permaneció hasta 1962 de tiempo completo trabajando para su familia, primero en Herrerias Jiménez, y luego en su taller propio ya habiéndose casado con Olivia Maldonado. Era el único en Monterrey que se atrevía a modificar motores y suspensiones y para probarse, se aventuró a correr en Tejas, un par de carreras a las que asistió a escondidas de su esposa. Eran carreras en óvalo en tierra y le fue bien. Después, le dijo al promotor: “¿Por qué no me pagas mas? Soy quien vengo de más lejos”. Y el promotor aceptó, “pero con una condición”: que se vistiera de charro verde para pilotar su auto y así atraer a más mexicanos, quienes llenarían las tribunas. Fili aceptó y puso sus condiciones monetarias y todos salieron ganando. Pero ya con tres hijos comenzó la inquietud de Filiberto por organizar sus propias carreras y vio que no estaba explotada la modalidad de arrincones (cuarto de milla). Y luego decidió que las carreras de óvalo hechas por Rimoldi no exigían tanto y determinó trazos con curvas para ambos lados lo cual mejoró la cantidad y calidad de los pilotos asistentes. Esto lo hacía en diversas pistas en la capital regiomontana. Y para cimentar sus objetivos, Filiberto creó el Autoclub Monterrey con colaboración de conocidos y amigos.

Para 1968 ya comenzaba su campaña para crear el Autódromo Monterrey, y para finales del año s presento la maqueta con un diseño de la pista de Daniel Jara, el arquitecto Panano y el propio Filiberto. Se consiguió el terreno y se comenzó la pavimentación, edificación de tribunas, baños, taquillas y se introdujo luz y se capacitó personal para la magna inauguración, prevista para el 27 de septiembre de 1970 con una carrera de arrancones y al fin de semana siguiente ya se inauguraría el circuito completo, aunque las lluvias no permitieron completar todo el programa. Y la vida del Autódromo ha sido muy productiva con sus altas y bajas, pero ya tiene 40 años ininterrumpidos de ser el segundo autódromo más importante de México.

Desde sus inicios Filiberto logró –sin hablar inglés– el reconocimiento por parte NHRA y del SCCA por lo que desde sus inicios el autódromo nacía con una doble misión nacional e internacional, por su localización cerca de la frontera. De esta forma pudo afianzar las carreras, tanto de resistencia en pista como los arrancones, que se volvieron la locura en todo el norte del país. Y así, muy hábilmente llevo a su familia y sus negocios para arriba a una mejor calidad de vida, pero a la vez hay cientos de corredores que testifican la ayuda que Filiberto les dio para que pudieran empezar, principalmente en la década de los 70 cuando su lucha era todavía romántica y de subsistencia. Pero nunca dejó de ser un piloto de corazón y regreso como director de equipo con un carro muy singular, un Mazda RX7 de motor rotatorio marcado con el número 72, con el cual su hijo mayor, Gilberto también miembro de la Scuderia, empezó a destacar y corrieron en series como TransAm, Fórmula Vee, Fórmula Atlantic, Copa Fairmont, y para la Copa Marlboro de FK tomó el reto adquiriendo un chasis Ottos. Su natural competitividad lo llevó a buscar algo mejor fue con el mismísimo Adrian Reynard para pedirle permiso de copiar sus chasises de FFord 2000 y adaptarlos a México y así nació Carrocería y Diseños Automotrices (CDD Líder), con la que en poco tiempo logró ser el mayor fabricante de chasises en Mexico, a finales de la década de los 80 y, a la par, mantuvo a sus dos hijos varones corriendo dentro y fuera del país, obteniendo diversos títulos.

También se embarcó en la aventura de diseñar carros de arrancones para las categorías dragsters y funny cars y luego creo la categoría Súper Formula y fue de los equipos fundadores de la Fórmula 3 en México con su equipo de dos autos. En 1992 plantea otro proyecto: construir chasises de karts, pero prefiereconsstruir el Kartódromo Monterrey, la primera instalación profesional en México al 100%, y en 1995 se decide a comprar los chasises Lola T93 de Indy Lights y crea la Indy Lights Panamericana, que corre principalmente en la república mexicana, aunque también en EU y Argentina. Y entró al siglo XXI activo en todos los frentes, ILP, F3, arrancones y sin dejar de lado la construcción de autódromos como el de Toluquilla en la periferia de Guadalajara, y la administración de otros más como Aguascalientes, Saltillo, etc., siempre ligado a su pasión, a esa que lo llevó a decirle a su novia Olivia, que tenían que retrasar la boda porque necesitaba comprar un carro para competir y así lo hizo.

Filiberto es el tipo de hombre que nunca mostraría dentro de un autodromo, en cualquier tipo de carrera, su cansancio; por el contrario, siempre estaba pendiente de cada detalle para que todo transcurriera profesionalmente y buscando aquello que se podía mejorar para la siguiente carrera. Su filosofía se puede resumir en un pensamiento y un consejo: “Siempre pensé que el Autodromo es un lugar de espectáculos para los regiomontanos, por eso nunca será llamado o se llamará familia Jiménez o Filiberto Jiménez ya que es un autodromo hecho para Monterrey”; y “Hagan de este deporte lo más bonito de sus vidas en familia y busquen como hacer que sea negocio”.

Yo lo conocí realmente en la F3 cuando iba a ver a su equipo y aunque parco, siempre fue un hombre afectuoso con buen sentido del humor. Observador y con una gran capacidad de análisis para discernir lo valioso de los común en un discurso o una propuesta. Gran hacedor de cosas relacionadas con el automovilismo, quizás sea más fácil juzgarlo por la familia que deja, gente buena, apasionada también del automovilismo, con buenas bases y heredera de su estirpe de campeones, tanto Gilberto como Cesar, como Gilbo y Javi y los que vengan en el futuro. Y qué decir de Doris, la gran promotora de los arrancones, probablemente la única mujer con ese nivel en México. Para todo ellos y Martha y Doña Olivia, nuestras condolencias, al igual que para el automovilismo nacional, pues hombres como don Fili ya rara vez se dan. Lo vamos a extrañar en la Scuderia.

© CEJV/SHRAC /2008