1 Memo Rojas II
2 Esteban Gutiérrez
3 Sergio Pérez Mendoza
4 Yair Godìnez
5 Salvador Durán

Histórica 033
Mayo de 2007
Por Carlos Eduardo Jalife Villalón

Gilles Villeneuve, el canadiense sin miedo

Gilles Villeneuve nunca fue campeón mundial y al cual, sin embargo, algunos expertos consideran como el mejor que ha existido. Gilles nació en Canadá en 1950, exactamente 10 años después de Pedro Rodríguez, un 18 de enero, aunque cuando llegó a la F1 se quitó dos años. Desarrolló con su hermano menor Jacques (1953), el gusto por los autos y participó en alguno arrancones en su adolescencia y pasó a competir en snowmobiles a los 17 años; fue campeón mundial en 1974, cuando ya estaba casado y tenía dos vástagos –Jacques (campeón F1 1997) y Melanie. Había empezado a correr Fórmula Ford el año anterior y esa temporada debutó en la F. Atlantic, donde obtuvo su primer triunfo en 1985 y para el año siguiente consiguió los títulos estadounidense y canadiense con nueve victorias en 10 carreras.
Su dominio en Trois Rivieres, la carrera internacional de Atlantic contra pilotos de F1 como James Hunt (campeón mundial 1976) y Keke Rosberg (ditto, 1982) hizo McLaren le diera su tercer auto para el GP de Inglaterra en 1977 y pronto estuvo entre los mejores en una pista y auto que no conocía, levantando cejas por su evidente talento natural. Quedó cerca de los puntos, tras una detención por una falla imaginaria que marcaba la presión de aceite, y cuando repitió en el título de la Atlantic, ante las dudas de McLaren, Ferrari lo firmó en vez de su bicampeón Niki Lauda.
Gilles correría el resto de su vida con los de Maranello, pero en su debut ese año chocó en Japón con el Tyrrell de Peterson y su auto cayó en una zona reservada donde había algunos colados y mató a cuatro. Fue bastante criticado, pero el accidente sirvió para volverlo menos ‘salvaje’, dicen los que lo conocían.
Para él la perfección era ir al frente mientras el auto aguantara, nada de carreras tácticas, sino siempre a fondo, en punta. De hecho, su carrera ideal, según confesó, era partir primero, sufrir una ponchadura, salir último y recuperar la punta rebasando a todos para ganar con la VR. Y el Comendador Ferrari lo quería como a su hijo porque sabía que solamente alguien como Gilles podía darlo todo por su equipo.
En 1978 ganó su primera carrera de F1, el 8 de octubre en Montreal, pista que ahora lleva su nombre, pero fue un año de aprendizaje al lado del che Reutemann en Ferrari. Para 1979, con el sudafricano Jody Scheckter como coequipero, peleó el título hasta el final contra él y aunque tuvo un auto más rápido en Monza, se mantuvo atrás de Scheckter y terminó subcampeón, habiendo ganado en casa de Jody y las dos fechas de EU, respetando las órdenes del equipo escarlata que le pedían evitar una batalla interna, que de haber sido ganada le hubiera supuesto conquistar el campeonato.
Pero regresó la teoría del péndulo y 1980 fue el año horrible, aunque sacó podio en casa con el auto dañado de la trompa, sin visibilidad al frente, manejando, según explicó, viendo la raya blanca de los bordes de la pista, sobre asfalto mojado, en una demostración que confirmó lo que había hecho en Watkins Glen 1980, al ser el más veloz en la lluvia por 11 segundos en una sesión sobre pista inundada.
1981 trajo a Didier Pironi y el 126C turbo -mucho motor, sin aerodinámica- a Ferrari y un par de victorias imposibles en Mónaco y España con un control que hizo exclamar a Jacques Laffite, su perseguidor en Jarama: “No creo en los milagros, pero a veces Gilles me hace dudar”. En 1982, con un chasis decente, el ansiado campeonato era suyo, pero en Imola, disputando el GP de San Marino, Pironi lo pasó en la última vuelta, contra órdenes de equipo que habían mandado conservar el sitio porque la gasolina podía agotarse en esa sedienta pista y cuando Gilles lo había dejado acercar confiado en que respetaría las mismas. Para el GP de Bélgica, en Zolder, Gilles prometió mostrar quien era el más rápido en su equipo y en las clasificaciones, el 8 de mayo, encontró a Jochen Mass en su línea y su teoría del hueco (que siempre habría uno cuando llegara al sitio al que apuntaba el auto), falló; se catapultó al espacio, voló más de 100 metros y cuando cayó, atado al asiento, estaba muerto.
Su hijo, quien tenía poco más de 10 años entonces, cobraría al destino la factura en 1997, coronándose en la F1, pero pasan los años y Gilles es la leyenda, mientras Jacques envejece bajo la inmortal sombra de su padre.
© CEJV/SHRAC 2007